El Mundo
Yaiza Perera | Madrid
Publicado en domingo 22/01/2012"Imagina que tu corazón es como una diana. En tus manos no está tanto que tu hijo o tu hija deje de lanzarte flechas sino en hacer que tu diana se vuelva pequeña". Con esta imagen, Jesús Oliver, coordinador de la Fundación Atenea, trata de ayudar a los padres que son víctimas del maltrato de sus hijos a tomar conciencia de que, si logran dejar a un lado los sentimientos de impotencia y desesperación que les atrapan, y modifican sus formas de responder a los conflictos con sus hijos, van a poder encontrar una salida a su dramática situación.
Este cambio en la forma de reaccionar de los padres puede suponer desde la aplicación de nuevas pautas educativas o la forma de relacionarse con estos adolescentes hasta la denuncia para proteger la integridad física o los bienes de la familia cuando la espiral de la violencia ha llegado a casos extremos. "El daño surge en las relaciones y la solución está en las relaciones", ésa es la "herramienta" para reparar los lazos familiares. Así lo trasladaron el pasado 14 de diciembre, durante unas jornadas sobre 'La mediación para la prevención del conflicto' organizadas por la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), tanto el psicólogo Jesús Oliver, coordinador de la Fundación Atenea, Patricia Calatrava, trabajadora social de Castilla-La Mancha, y Gregorio Gullón, mediador de la UNAF.
En dichas jornadas se abordaron los patrones de conductas de los menores que agreden a sus padres, los patrones familiares y las pautas de intervención para tratar de frenar la violencia, reconstruir y fortalecer el vínculo afectivo.
"El daño surge en las relaciones y la solución está en las relaciones"
Los jóvenes violentos con sus padres suelen tener una identidad frágil, una baja autoestima, una baja tolerancia a la frustración y una elevada reactividad emocional. Algunos pueden tener actitudes sumisas fuera de casa, pero todos se muestran rebeldes y egoístas con sus familiares. Desde un punto de vista evolutivo, tienen dificultades para alcanzar los hitos evolutivos propios de la adolescencia, pues no han logrado desarrollar una identidad sólida, no han aprendido a controlar sus impulsos ni relacionarse de forma adecuada con su entorno, apunta Jesús Oliver, describiendo en líneas generales el perfil al que responden estos jóvenes.
"Tras los comportamientos agresivos de estos jóvenes, se esconden unas carencias y unas necesidades que hay que atender", explica Jesús Oliver. De una forma muy gráfica revela ante los asistentes aquellas carencias emocionales que sufren con más frecuencia los jóvenes que acuden a terapia: algunos son como los 'gallos de pelea', que buscan autoafirmarse y necesitan que les ayudemos a desarrollar una identidad sólida; otros son como los 'perritos que tienen una espina clavada', que muerden, pero necesitan que les curemos alguna herida familiar (separaciones traumáticas de sus padres, celos de algún hermano...); algunos son como 'montañas rusas emocionales', que explotan porque necesitan que les ayudemos a autocontrolarse; y otros son 'rebeldes sin causa', que sólo saben ir a la contra, pero que aún no han encontrado su propio rumbo.
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