lunes, 3 de agosto de 2009

Técnicas en Terapia Familiar.


Fases del proceso terapéutico.

Podríamos delimitar el proceso terapéutico en 6 paso o fases que serían como sigue:

  1. La averiguación de la estructura en las primeras interacciones. La información esquemática que se puede recoger en un formulario de admisión o una conversación telefónica evoca la posibilidad de ciertas configuraciones familiares y ámbitos de problemas. Este esquema cognitivo tiene la virtud de ayudar al terapeuta a organizar su contacto inicial con la familia. Pero sólo en la formación del sistema terapéutico se puede reunir la información que apunte, aclare o refute la hipótesis inicial. Para verificar las conjeturas se necesita mucha información para definir la estructura y los problemas familiares. Desde un punto de vista sistémico, tiene escasa utilidad en estos casos el concepto de configuración familiar. El terapeuta no debe perder de vista el hecho de que en el proceso de recoger información está dentro del sistema que investiga. Además, la familia nunca es una entidad estática. Es útil enunciar la configuración familiar sobre la base de los datos iniciales, pero no es más que un primer paso. Casi en seguida es preciso que el terapeuta avance hasta entrar en la efectiva danza de la terapia.
  2. El terapeuta observará las interacciones para ver cuáles son las reglas que gobiernan al sistema. Aquí el terapeuta entra en la danza familiar, observando las interacciones del los miembros de la familia, advirtiendo las reglas y formas de gobierno a las que está sometida la organización de la familia.
  3. El terapeuta debe ver si estas reglas dan lugar a fronteras claras que permitan el desarrollo de las funciones. Al observar claramente las fronteras que delimitan el desarrollo de funciones, el terapeuta puede advertir cuales son las posibles disfunciones de la familia, como podrían ser las fusiones de los holones, convirtiéndose así en diadas o triadas que excluyen a otros miembros de la familia, o al contrario, puedes existir holones, por así llamarlos incompletos.
  4. Dependiendo de las características de las fronteras deberá evaluar si es una familia apegada o desapegada. En esta fase, el terapeuta determina, después de haber observado las fronteras que tiene la familia en cuestión, determina si la familia es apegada o no.
  5. Pensar si esa es la estructura que esta manteniendo el síntoma. El terapeuta, al determinar si es una familia apegada o no, verifica si las fronteras o los llamados holones están bien estructurados, y con esto observa si son la causa del síntoma.
  6. Si el terapeuta ve que sí, en verdad es la estructura la que está manteniendo el síntoma debe proceder a cambiarla o modificarla. Entonces hará uso de su criterios y las intervenciones necesarias según el caso.

La terapia sistémica centra su atención principalmente en cómo se organizan a partir de la interdependencia y las jerarquías. Esta focalización le permitirá al terapeuta formarse un mapa de la estructura de esta familia, para pensar el problema desde el mismo.

Tipo de familias: configuraciones estructuralmente definidas.

Existen tipos de familia con configuraciones estructurales definidas, que el terapeuta utiliza para darse una idea sobre la familia como un todo tras una inspección de ciertos aspectos básicos de su estructura. Las configuraciones más comunes son las siguientes.

  • Familia de Pas De Deux. La familia se compone de 2 personas solamente. En esta estructura los individuos contraen una recíproca dependencia casi simbiótica. Si es así el terapeuta planeará intervenciones para deslindar la frontera entre los componentes de la díada al mismo tiempo que cancelará las que mantienen a cada uno de estos individuos desvinculados de otras personas.
  • Familia de Tres Generaciones. Este tipo de familia que viven en íntima relación es por lo regular la configuración más típica en todo el mundo. Primero, el terapeuta debe guardar su tendencia a obrar una separación. En una familia compuesta de madre, abuela e hijo, la primera pregunta sería ¿quién se encarga de criar al hijo? Si las funciones parentales caen en la abuela, el terapeuta planeará algunas estrategias para reorganizar la configuración familiar (que la madre se responsabilice de su hijo), aquí el terapeuta utiliza las normas culturales para sustentar su objetivo. Otro ejemplo podría ser la organización jerárquica.
  • Familia con Soporte. Este tipo de familia ya no es tan común, cuando la familia es muy extensa, los hijos mayores reciben responsabilidades parentales, este ordenamiento funciona sin tropiezos mientras las responsabilidades del niño parental están definidas con claridad por los padres y no rebasan su capacidad, considerando su nivel de madurez. Cuando las responsabilidades son demasiadas, los niños parentales contraen síntomas. Los niños parentales quedan tomados entre dos fuegos, son excluídos del contexto de los hermanos y no aceptados genuinamente por el holón parental. Por lo cual en la terapia es eficaz emplear técnicas de fijación de fronteras.
  • Familia Acordeón. En este tipo de familia uno de los progenitores permanece alejado por lapsos prolongados (clásico en las familias de militares). Ya que cuando uno de los progenitores se ausenta, el otro asume funciones adicionales en el cuidado de los niños, ejecutivas y de guía, con lo cual otros miembros de la familia colaboran en esas funciones adicionales. La demanda de terapia de esta familia es cuando el progenitor periférico se convierte en permanente dentro de la organización familiar, con lo cual la configuración vieja estorba la elaboración de funciones nuevas para el progenitor ausente.
  • Las Familias Cambiantes. Esta familia se caracteriza por el cambio constante de domicilio. La familia queda aislada, los niños pierden a sus compañeros y todos estos deben ingresar a nuevos contextos y esto conllevar a desarrollar disfuncionalidad.
  • Familias Huéspedes. Un niño huésped es por definición miembro de una familia temporal. La familia se organiza como si el huésped no lo fuera, y al llegar la separación el niño puede producir síntomas, y tanto el terapeuta como la familia pueden suponer que estos síntomas son producto de sus experiencias previas al ingreso en esta familia.
  • Familias con Padrastros o Madrastras. Cuando se entra a ser un padre adoptivo, se pasa por un proceso de integración más o menos prolongado. Y tal vez el nuevo padre no se integre a la nueva familia con un compromiso pleno, o puede, por otra parte ser excluido, manteniendo una posición periférica.
  • Familias con un Fantasma. Familia que ha sufrido muerte o deserción puede tropezar con problemas para asignar las tareas del miembro faltante. A veces la familia se colocará en la postura de decir que, si la madre estuviera sabría qué hacer. Y apropiarse de las funciones de la madre se convierten en un acto de deslealtad a su memoria.
  • Familias descontroladas. En familias en que uno de sus miembros presenta síntomas en el área del control, el terapeuta supone la existencia de problemas en uno o varios entre determinados campos: la organización jerárquica de la familia, la puesta en práctica de las funciones ejecutivas dentro del subsistema parental y la proximidad entre los miembros de la familia. El tipo de problemas de control varía según el estadio de desarrollo de los miembros de la familia.
  • Familias psicosomáticas. Cuando la queja que motiva la demanda es un problema psicosomático de alguno de los miembros de la familia, la estructura de ésta incluye una excesiva insistencia en los cuidados tiernos. Entre las características de estas familias se descubre sobreprotección, fusión o unión excesiva entre los miembros de la familia; la incapacidad para resolver conflictos, enorme preocupación por mantener la paz o evitar los conflictos y una rigidez externa. Estas familias parecen enteramente normales, la familia típica. Esta familia se destaca por las relaciones de lealtad y de protección que en ella imperan. Uno de los problemas con que el terapeuta tropieza en estas familias es justamente su carácter agradable, sus miembros parecen ansiosos por responder y el terapeuta puede creer que cooperan con él.

Criterios y tipos de intervención.

En teoría, la familia y el terapeuta comienzan la terapia con las mismas metas, lo común es que la familia individualice a uno de sus miembros como productor del problema. La meta entonces es: librar de síntomas a quien es su portador en la familia, reducir el conflicto y la tensión para la familia como un todo y aprender nuevos modos de superar dificultades. Aquí entrar en coparticipación dos sistemas sociales para un propósito específico y por un plazo determinado. Al comienzo el terapeuta debe tomar cierta posición de liderazgo, deberá adaptarse, seducir, someterse, apoyar, dirigir y obedecer a fin de conducir (ayudado por su espontaneidad, su conocimiento y experiencia).

Las intervenciones entran al sistema con una idea de que los síntomas se mantienen por las estructuras disfuncionales, sus actos, conductas y comunicación verbal tienden en todo momento a la revocación de esa forma de relacionamiento tan especial, para así poder cambiar la estructura de ese sistema.

Los tipos de intervenciones aparecen como contenidos verbales utilizando la Intensidad, movimientos, por ejemplo el cambio de lugares o Coparticipación y Escenificación.

El terapeuta necesita hacer que la familia “oiga”, y esto exige que su mensaje supere el umbral de sordera de la familia. Puede ocurrir que los miembros de la familia oigan el mensaje del terapeuta, pero sin asimilarlo dentro de su esquema cognitivo como una información nueva.
Las familias difieren unas de otras en el grado en que exigen lealtad a la realidad familiar, y por fuerza la intensidad de mensajes del terapeuta habrá de variar según sea lo que cuestione. A veces, simples comunicaciones tienen la intensidad suficiente, mientras que otras situaciones requieren de crisis muy intensas.

Las intervenciones destinadas a intensificar mensajes varían según el grado de participación del terapeuta:

  • Repetición del mensaje. Es una técnica importante para el incremento de la intensidad, la repetición puede recaer tanto sobre el contenido como sobre la estructura. Y con esto, el terapeuta indica que el asunto puede ser importantísimo.
  • Repetición de interacciones isomórficas. Son mensajes que en la superficie parecen diversos, pero que son idénticos en un nivel más profundo. Y con esto, el terapeuta puede reunir suceso en apariencia desconectados, con lo cual se acrecienta la experiencia de los miembros de la familia tienen de la regla familiar constreñidora.
  • Modificación del tiempo. Es una de las técnicas que permite incrementar la intensidad, consiste en alentar el terapeuta a los miembros de la familia para que continúen interactuando después que las reglas del sistema han puesto luz amarilla o roja.
  • Cambio de la distancia. Esta técnica es no solo para la distancia física medibles, sino para distancias psicológicas menos visibles. El cambio de la distancia que se mantiene automáticamente puede producir un cambio en el grado de atención al mensaje terapéutico.
  • Resistencia a la presión de la familia. En ocasiones, “no hacer” puede producir intensidad en la terapia, sobre todo cuando el terapeuta no hace lo que el sistema familiar desea que haga.

Entonces, el terapeuta puede hacerse copartícipe de la familia desde diferentes posiciones de proximidad:

  • Posición de Cercanía. Es una posición de proximidad donde el terapeuta confirma los aspectos positivos de las personas, con lo cual, se convierte en fuente de autoestima para los miembros de la familia; al igual que detecta sectores de sufrimiento y que responderá a ellos con delicadeza. Aquí se observan los gestos, movimientos de los miembros de la familia que el terapeuta puede aprovechar para intervenir y confirmar “Cuando usted habla, él disiente, o guarda silencio” y con esto el terapeuta da a entender que ha recibido el mensaje y que desea trabajar con ellos sobre el problema. Cuando se trabaja con esta posición el terapeuta debe saber que su libertad de movimiento será restringida por su absorción en el sistema familiar.
  • Posición Intermedia. Aquí el terapeuta participa como un oyente neutral, asiste a la gente para que cuente lo que pasa, a esta coparticipación se le llama rastreo. Es un buen método para recopilar datos, pero no es tan neutral u objetivo como creen los que lo usan. Al estar escuchando la historia, es posible que la atención del terapeuta quede prisionera del contenido y desatender la comunicación de los miembros no participes, para lo cual debe oportunamente hacer coparticipe a los demás miembros sobre las cuestiones habladas en ese momento.
  • Posición Distante. El terapeuta en su condición de especialista, opera como verificador de la cosmovisión de la familia, acepta y apoya determinados valores y mitos familiares y evita o ignora deliberadamente otros. Con lo primero percibe la danza de la familia, para después introducir novedades para que la familia entre en interacciones no acostumbradas.

El terapeuta también hará uso de las escenificaciones, que son las técnicas donde el terapeuta pide a la familia danzar en su presencia, construye una secuencia interpersonal en la sesión, en que se ponen en escena interacciones disfuncionales entre los miembros de la familia. Al tiempo que la promueve, el terapeuta tiene la posibilidad de observar los modos verbales y no verbales en que los miembros de la familia emiten señales unos a otros y controlan la gama de las interacciones tolerables. Entonces puede intervenir en el proceso, ya sea para aumentar su intensidad, prolongar la duración o hacer participe a otro miembro de la familia, esto para obtener información tanto para el terapeuta como para la familia sobre el índole del problema y así buscar juntos las soluciones al problema.

Esta técnica ofrece otras ventajas otras ventajas terapéuticas:

  • Facilita la formación del sistema terapéuticos.
  • Se produce un cuestionamiento y la unidad de observación y de intervención se amplía.
  • En vez de escucharse unos a otros, esta danza ofrece un contexto para experimentar situaciones concretas.

La escenificación se puede considerar una danza en tres movimientos:

  1. Interacciones espontánea. El terapeuta observa las interacciones espontáneas de la familia y decide los campos disfuncionales que conviene iluminar.
  2. Provocar interacciones. El terapeuta organiza secuencias escénicas en que los miembros de la familia bailan su danza disfuncional en presencia de él.
  3. Interacciones alternativas. El terapeuta propone modalidades diferentes de interacción que puede proporcionar información predictiva e infundir esperanzas a la familia.

Bibliografía.

MINUCHIN, Salvador; FISHMAN, H. Charles (1992) “Técnicas de terapia familiar”, Edit. Paidós.