miércoles, 18 de marzo de 2015

Seminario: "Estudios basados en la práctica: Lo que pacientes y terapeutas enseñan a los investigadores".

Viernes 27 de marzo en el IAF

Seminario de Dña. Celia Sales sobre "Estudios basados en la práctica: Lo que pacientes y terapeutas enseñan a los investigadores".

Cada vez más se considera prioritario que la investigación estudie la práctica clínica real, y que tenga impacto en la calidad de la atención a los pacientes. Sin embargo, investigar en la rutina del día a día de los servicios implica organizar la investigación en colaboración con los terapeutas, usar metodologías que terapeutas y pacientes acepten y incorporar procedimientos que permitan que la investigación tenga utilidad clínica. Esta nueva forma de investigar se denomina investigación basada en la práctica.
 
El Instituto Alicantino de la Familia celebrará, el viernes 27 de marzo en sus instalaciones, una ponencia a cargo del Dña. Célia Sales, Psicóloga, terapeuta familiar, doctorada en Salud Mental por la facultad de Medicina de Sevilla con el título: "Estudios basados en la práctica: Lo que pacientes y terapeutas enseñan a los investigadores."

En esta ponencia se presenta una línea de investigación basada en la práctica, dirigida por Célia Sales, que reúne en una red internacional investigadores y terapeutas interesados en comprender y evaluar la terapia desde el punto de vista de los pacientes.

La actividad está dirigida a profesionales que trabajan con familias (psicólogos, psiquiatras, médicos, trabajadores sociales, educadores y otras profesiones afines). Lasistencia es gratuita y el aforo limitado. Pueden inscribirse rellenado el formulario electrónico o llamando al 965 93 93 91 (Atención telefónica de 9h a 15h)

Fuente: http://www.iaf-alicante.es/newsletter/noticias/254/
 
 

martes, 3 de febrero de 2015

Seminario de D. Stefano Cirilo sobre "Modelos de intervención en el campo del maltrato infantil. Evaluación de la recuperabilidad parental".

El Instituto Alicantino de la Familia celebrará, el viernes 13 de febrero en sus instalaciones, una ponencia a cargo del conocido psicoterapeuta relacional y psicólogo D. Stefano Cirilo con el título: "Modelos de intervención en el campo del maltrato infantil. Evaluación de la recuperabilidad parental".
 

Durante el seminario y taller clínico el ponente abordará, a propósito de casos prácticos, posibles medidas de protección y de intervención ante el maltrato infantil desde el contexto familiar, así como herramientas para la evaluación de la recuperabilidad parental.
 
 
La actividad está dirigida a profesionales que trabajan con familias (psicólogos, psiquiatras, médicos, trabajadores sociales y otras profesiones afines). Lasistencia es gratuita y el aforo limitado. Pueden inscribirse rellenado el formulario electrónico o llamando al 965 93 93 91 (Atención telefónica de 9h a 15h)

web: http://www.iaf-alicante.es/
 

lunes, 26 de enero de 2015

Entrevista a Michele Scheinkman

La presente entrevista se realizó en el marco del Seminario Internacional Cómo tratar la infidelidad en la Terapia de Pareja, que la Fundación Aiglé organizó en Noviembre de 2009, encuentros que realiza habitualmente con el fin de promover la actualización y el intercambio con profesionales del ámbito académico del exterior del país. Michele Sheinkman es miembro del Equipo Docente del Ackerman Institute for the Family de la ciudad de Nueva York.

Michele Scheinkman ha enseñado terapia de pareja por más de 25 años en Estados Unidos, Brasil y Europa.
Además de su práctica privada, durante los muchos años que estuvo en Chicago fue directora de entrenamiento y coordinadora del programa de terapia de pareja en el Chicago Center for Family Health. Enseñó por muchos años en el School of Social Service and Administration y fue miembro del departamento de psiquiatría en la Universidad de Chicago. A principios de los ´80 fue psicoterapeuta del Student Mental Health Clinic en la Universidad de Chicago adonde supervisó y enseñó terapia familiar a residentes de psiquiatría del Illinois State Psychiatric Institute.
Luego de mudarse a Nueva York en 1999 participó en el centro multicultural Roberto Clemente. Actualmente atiende de manera privada en Manhattan, donde ofrece tratamientos individuales, de pareja y familiares en inglés y en portugués. Da cursos y Workshops de terapia de pareja en el Ackerman Institute for the family.


Clínica Psicológica: ¿Cuáles fueron sus primeros pasos en la psicología, qué la decidió a dedicarse a esta carrera?
Michele Scheinkman: Mi primera pasión fue la filosofía. En la secundaria me enamoré del existencialismo y de la fenomenología, y pensé que iba a seguir mis estudios en filosofía. Pero luego tuve un profesor fabuloso que me dijo "Te veo como psicóloga, Michele. Deberías considerar que puedes usar todas estas ideas que tanto te interesan para trabajar con la gente." Esta fue una recomendación que me cambió la vida y le estoy sumamente agradecida, hasta el día de hoy. Esta es la razón por la cual me encanta leer Irving Yalom. Admiro la manera en que logra conectar la psicología y la filosofía.
Mis primeros pasos fueron en Brasil, en la Universidad Federal de Río de Janeiro, en donde comencé a estudiar Psicología por dos años y medio aproximadamente. Pero luego me casé, y me fui a vivir a Estados Unidos. Cuando llegué allí, no me sentía identificada con la psicología americana porque estaba muy centrada en los comportamientos, era muy conductista en ese entonces. Busqué ideas europeas y encontré unos pocos profesores que estaban estudiando Piaget, entonces me eduqué en una psicología del desarrollo, como una manera de quedarme cerca de las ideas europeas. También encontré profesores en el departamento de filosofía que estaban interesados en el existencialismo, y entonces seguí filosofía. Luego apliqué para un master en la Universidad de Chicago, donde estaban comenzando a enseñar psicoterapia familiar. Leí "Pragmáticas de la comunicación humana", ¡y ese libro cambió mi vida! (se ríe"¦). Fue como si de pronto pudiera ver el mundo de una manera nueva y diferente. Luego leí "Cambio" y quedé atrapada. Siempre me gustó el psicoanálisis en cuanto a sus ideas intelectuales, pero nunca lo identifiqué como una base que permitiera ayudar a las personas. Las personas llegan a psicoterapia con problemas bien reales y necesitan ayuda para solucionarlos. Las ideas sistémicas me parecían más sensatas y pragmáticas.
Diría que esos dos libros fueron decisivos en mi elección por la psicoterapia familiar. ¡Por muchos años Watzlawick fue mi héroe!
C. P.: ¿Y cómo fue que llegó a ser terapeuta de pareja?
M. S.: En el programa de la maestría tuve que escribir un trabajo final de cierta consideración, y elegí escribir sobre terapia de parejas. Si ahora especulara por qué elegí la terapia de pareja, probablemente diría que fue porque me casé muy joven, tenía sólo 20 años"¦ ¡y quizá haya estado tratando de entender de qué se trataba el matrimonio!
Escribí ese trabajó y seguí fascinada por la psicoterapia de pareja. El campo de la psicoterapia de pareja carecía de teoría en ese entonces, pero me interesaba. Mi primer caso clínico en el segundo año de práctica fue una pareja alcohólica que se había casado y divorciado dos veces y cuando lo estaban tratando de volver a estar juntos, por tercera vez. Estaba fascinada por la persistencia de ese amor y también por lo difícil que era para ellos estar juntos.
Era curiosa, y ser una terapeuta de pareja me pareció una cosa natural para mí.
C. P.: ¿Qué características considera que son fundamentales para ser un buen terapeuta de pareja?
M. S.: Uno debe poder tolerar el conflicto, no juzgar, y lograr alcanzar una perspectiva constructivista para darnos cuenta de que la posición de cada uno de los miembros de la pareja es legítima y están en su derecho, esto es esencial. Yo pienso que mis estudios filosóficos me ayudaron a poder ir más allá del bien y el mal, y entender que lo que necesito es concebir los procesos que se dan entre los miembros de la pareja. La mayor dificultad para cualquier terapeuta de pareja es ver a un miembro de la pareja como una víctima del otro. Para ser terapeutas de pareja tenemos que ser capaces de pensar de manera no lineal.
C. P.: ¿Es porque miras al contexto completo, y las familias de origen también? No sólo al villano y la víctima.
M. S.: Sí, creo que ampliar el marco de la pareja ayuda a verlos de una manera más compleja, más allá de víctima y villano como productos de una red que es necesario entender y desde ya transformar.
C. P.: Quizás cuando se ve a cada individuo como producto de su familia y sistemas más amplios, es difícil verlos como "perpetrators"
M. S.: Exactamente
C. P.: ¿Con qué terapeutas se siente mejor reflejada, quiénes son sus referentes teóricos y clínicos?
M. S.: Con el paso de los años, hay muchos terapeutas y escuelas de pensamiento que han influenciado mi trabajo. En los ´70 estudié el trabajo multigeneracional de Bowen, Nagy, Framo, así como los terapeutas familiares más analíticos que estaban en el Instituto Familiar de Chicago en ese entonces como Kramer, Feldman, Pinsof. Con ellos aprendí a ver a las familias en términos de lealtades invisibles, de mandatos y secretos familiares que pasan de generación en generación y que nos influencian sin que lo sepamos. También aprendí acerca de proyecciones mutuas y transferencias que las parejas establecen entre ellos. Todo tenía mucho sentido.
A principio de los ´80 pasé un verano en el Mental Research Institute en Palo Alto, California. Esa experiencia definió los parámetros sistémicos de mi trabajo y me aportó el foco en la resolución de problemas, que es parte integral de mi trabajo. A mediados de los ´80 colaboré con varios terapeutas familiares estructuralistas en Chicago mientras dictaba clases con ellos en el Instituto Psiquiátrico de Illinois. Ellos hicieron que me diera cuenta que estructura y organización son factores importantes en la manera en que una familia funciona o lo hace disfuncionalmente.
Además, mi colaboración con Froma Walsh durante los noventa, me mantuvo focalizada en temas de poder, género y resiliencia. Estos fueron y son influencias esenciales en mi trabajo al que llamo "aproximación multi-nivel" ("multi-level approach"). Diría que Michael White es y fue probablemente una referencia filosófica importante desde que vi una presentación suya en la reunión AFTA (American Family Therapy Association "“Asociación Americana de Terapia Familiar) de 1984. Las perspectivas narrativas y el construccionismo social están bastante alineados con los cuestionamientos filosóficos que he tenido desde principios de mi carrera. Mi trabajo es una combinación de todas estas influencias.
C. P.: ¿En qué difiere su terapia de pareja de otras terapias de pareja? ¿Lo considera un modelo integrativo?
M. S.: Creo que lo que he estado tratando de hacer es reunir ideas clave de varios modelos, considerando estas ideas como diferentes dimensiones de las relaciones de pareja. Veo a cada modelo como resaltador de un ángulo particular. Por ejemplo, el modelo interaccional destaca las secuencias interaccionales entre los miembros de la pareja y las propiedades sistémicas que tienen estas secuencias interaccionales. Minuchin y Haley enfatizaron cuestiones de estructura, jerarquía y poder, que el grupo de MRI (Mental Research Institute) nunca había hecho. Terapeutas familiares intergeneracionales ubicaron a las parejas dentro de sistemas familiares más extensos e identificaron temas que tienen que ver con mandatos y creencias que se transmiten de una generación a otra. Yo creo que todas estas ideas son complementarias más que contradictorias; son diferentes dimensiones o ángulos de la vida de pareja. Nunca entendí por qué había tanta tensión y lucha entre las diferentes escuelas de terapia familiar, porque desde mi punto de vista son complementarias, de hecho.
Entonces, traté de hacer una estructura que ayude a los terapeutas a usar estas ideas relevantes de una manera sistemática y discriminada. La mayoría de los terapeutas que se inician, están desbordados por la cantidad de modelos e ideas disponibles en el campo de la psicoterapia familiar. Me tomó 30 años integrar este cuerpo enorme de ideas de una manera coherente, por lo cual no espero que los terapeutas nóveles lo hagan de la misma manera. La integración no es sólo juntar ideas, tiene que tener cierta lógica. Siento que en la mayoría de los programas de entrenamiento se espera que los estudiantes integren tempranamente, y me parece que esto es pedirles demasiado.
Trato de integrar ideas de diferentes modelos de una manera comprensiva y flexible, para darles puntos de elección a los terapeutas. No creo que una teoría sea mejor que otra, cada una es útil en diferentes momentos de la terapia o en los diferentes casos de terapia, y trato de ofrecer criterios sobre cuándo y cómo usar las diferentes ideas. El modelo integrativo que propongo es diferente de aquel de Sue Johnson, por ejemplo, porque considero que hay varios niveles que se deben tener en cuenta. El problema con las aplicaciones recientes de la teoría del apego a la terapia de pareja no es la terapia de pareja en sí misma sino el hecho de que se la está considerando de una manera reduccionista. Muchos de los terapeutas que están siguiendo esta línea, han perdido la dimensión contextual eintergeneracional de su trabajo, y se quedan sólo con el poder de la historia. Eso no es sistémico. Mantener el foco exclusivamente en lo diádico e histórico es perderse mucha información de lo que está pasando. Si no se consideran los múltiples contextos, la estructura, y el poder de la dinámica de la relación de pareja en términos de género y cultura, no se puede ser un buen terapeuta.
C. P.: ¿Cree que su modelo es útil para estudiantes, que pueden tenerlo como modelo, como guía?
M. S.: Obtengo devoluciones de psicólogos que se están iniciando y asistentes a Workshops que dan cuenta que la aproximación multi nivel les da un mapa de ruta y una mayor claridad de metas mientras avanzan. En el Instituto Ackerman los pasantes me dijeron que el ciclo de vulnerabilidad es una base para ellos. Desde ya que no hay concepto que valga como única respuesta. El ciclo de vulnerabilidad es un concepto integrativo fundacional para el trabajo.
C. P.: ¿Cómo es el manejo de la confidencialidad en la terapia de pareja? ¿Es difícil trabajar con los valores de la pareja, sin imponer los propios?
M. S.: El problema de los valores existe en cualquier tipo de terapia. El training en filosofía me ayuda a mantener la posibilidad de perspectivas múltiples. Mantener la posibilidad de perspectivas múltiples nos ayuda a pensar de una manera menos crítica. Es por supuesto una lucha constante para mí y creo que para otros terapeutas también, separar lo que está bien para nosotros y lo que está bien para otras personas. Es un desafío constante.
C. P.: ¿Cómo desarrolló el "multi-level approach"? ¿Cuál fue la motivación? Tiene un respaldo teórico que proviene de diversas corrientes y escuelas, ¿fue difícil la integración?
M. S.: He estado desarrollando este camino de ruta desde mediados de los ´80. En los ´70 estuve expuesta a todos los diferentes modelos que se estaban desarrollando en ese entonces. Gente como Bowen, Minuchin, Papp, todos venían a Chicago a dar conferencias. Experimenté personalmente el estilo Bowen con mi propia familia, estuve expuesta a la terapia familiar psicodinámica cuando trabajé con Charles Kramer y Bill Pinsof, en el Instituto familiar de Chicago. También pasé dos veranos en el MRI. Había otro instituto en Chicago, el "Institute for Juvenal Research" que trajo a Minuchin, Whitaker, Haley, a la ciudad -ellos eran estructurales estratégicos. Estuve expuesta a todo lo antedicho y estaba entusiasmada por diferentes aspectos de varios modelos. Pensaba que no era efectivo usar estas ideas de manera puramente intuitiva, en psicoterapia se transformaban en un popurrí de ideas y en un proceso terapéutico desordenado. Estuve influenciada por el trabajo de Bill Pinsof, quien pensó mucho acerca de la integración, y entendí que era necesario pensar en cómo juntar estas ideas, para poder saber hacia dónde me dirigía y qué perseguía en cada etapa del proceso terapéutico.
C. P.: En los últimos años ha venido desarrollando teóricamente el tema de la infidelidad en la parejas y el modo en que se trabaja con ella en la terapia ¿Fue a partir del trabajo clínico, de historias de vida? ¿Cuál fue la reacción de sus colegas en NYC? ¿Le parece que en Brasil hubieran tenido la misma reacción?
M. S.: Cuando iba de visita a Brasil, a menudo hablaba con gente que estaba viviendo affairs e infidelidades y aprendí que esos affairs estaban normalmente relacionados con perseguir el amor romántico, la pasión y la libertad.
Aunque los affairs son una experiencia difícil desde la perspectiva de una relación de pareja son experiencias humanas comunes"¦
Pero, ¿cómo empecé a escribir acerca de la infidelidad? Me dí cuenta de que tenía diferentes premisas en contraste a mis colegas en Estados Unidos y comencé a dar jornadas acerca de esto. Luego, Evan Imber Black me pidió que escribiera un ensayo sobre este tema para "Family Process". De hecho tenía miedo de hacerlo ya que era consciente de que la manera en que yo pensaba acerca de la infidelidad cruzaba una línea cultural: por querer comprender el significado de los affairs, aceptar que los affairs pueden ser una fuente de vitalidad en la vida de un individuo, darme cuenta de que la gente a veces tiene affairs que ayuda a sus matrimonios, todas esas ideas eran amenazantes en el contexto de la cultura americana.
En el curso en el que co-enseñé en Chicago por 10 años con un colega americano, me mi cuenta de qué manera diferente trabajábamos. Mientras yo siempre había tenido la postura de saber los secretos individuales y había aprendido a manejarlos en la terapia de pareja, mi colega se estremecía ante la sola idea de guardar un secreto. Fue sólo cuando conocí una terapeuta europea, y empecé a hablar acerca de esta disonancia cultural que experimenté, y ella "“feliz y aliviada"“ me dijo: "Michele, tenés que escribir acerca de tu forma de trabajar, yo también me siento extraña y distante de la perspectiva americana, es necesario mostrar esta perspectiva diferente"
Las reacciones a mi artículo me sorprendieron. Muchos terapeutas americanos que verdaderamente respeto me llamaron y mandaron e-mails para felicitarme por mi coraje, gente como Peggy Papp, Kathy Weingerten, Esther Perel, Ellen Watchel. Los mensajes telefónicos decían " ¡Qué alivio que haya alguien que articule esas ideas!" " ¡Nadie con mente crítica podría soportar la manera moralísitica en que se trataron las infidelidades en el campo, pero no sabíamos cómo salir de eso!" Peggy Papp me dijo "siempre supe que los affairs no tenían que ver solamente con la falta de confianza, o solamente con la traición, pero por alguna razón nunca pude articular qué era lo que estaba
mal con esta perspectiva". Mi conclusión fue que la infidelidad hasido mal abordada desde el comienzo por Frank Pitman y la mayoría de los terapeutas quedaron atrapados allí luego. La perspectiva de "trauma y traición" muestra cómo la cultura quiere ver a los affairs y es difícil cortar con eso, sabés?
Entonces, al final estuve contenta de haber escrito ese ensayo y estoy empezando a ver que expertos en infidelidad están comenzando a hacer correcciones acerca de sus bases culturales. Me siento bien por eso. Aunque, es irónico que cuando voy a Brasil, o hablo con terapeutas argentinos, franceses, holandeses lo que digo no es algo que ellos no sepan. Terapeutas de otras culturas están contentos de escuchar que estoy articulando una perspectiva multi cultural pero ya es la manera en que ellos piensan. Lo que posiblemente haya hecho es publicar esta alternativa de pensamiento.
C. P.: Parece una idea clave el hecho de que la infidelidad no siempre es traumática o tiene secuelas negativas.
En este sentido ¿es siempre bueno "confesar" la infidelidad en terapia de pareja?
M. S.: Todo depende de la situación particular. Evan Imber Black habla acerca de que en el hecho de decir los secretos no hay bien o mal, todo depende de las personas, del contexto, de la cultura. Cuando consideremos la revelación de un secreto, la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Cuál es la intención detrás de la revelación?

¿Qué consecuencias espero de esa revelación?
C. P.: Desde que comenzó a trabajar con infidelidad en terapias de pareja en NYC, ¿ha observado cambios en el significado que las parejas otorgan a este fenómeno?
M. S.: Hay un tema con la pornografía en un número reciente del Psycotherapy Networker. De hecho, pornografía y uniones por Internet se han convertido en uno de los grandes temas de las relaciones de pareja. Hoy en día, hay muchísima gente adicta a esa forma de relacionarse.
C. P.: ¿Cuáles han sido las situaciones clínicas más difíciles que se le presentaron?
M. S.: Creo que fue un caso en el que la amante me llamó y la pareja era la amante y el hombre casado. Tuve que pensar mucho en cómo conducir el proceso. No fue exactamente la situación más difícil pero fue desafiante e interesante. Y útil. Los amantes decidieron separarse y él empezó terapia con su mujer. Pero si pienso bien, los casos más difíciles normalmente son aquellos en donde un hombre de mediana edad que se siente exitoso y todavía joven, se siente con el derecho de cambiar su compañera por una pareja trofeo, dejando a su mujer 30 o 40 años atrás. Lucho con la inequidad de género de esos casos. Tuve varios de esos casos y los encuentro muy dolorosos.
C. P.: ¿Considera que las nuevas tecnologías y sitios como Facebook, Twitter, etc., donde existe una alta exposición,influyen en las relaciones de pareja y por ende en la tasa de infidelidad?
M. S.: No estoy segura de Facebook o Twitter específicamente, pero sé que hay sitios de chateo donde la gente entra específicamente para interacciones sexuales que son probablemente más relevantes que Facebook. Hoy es incluso más fácil encontrar compañeros y mantener relaciones a largo plazo sin tener que dejar el hogar. Internet afectó la manera en que la gente explora su sexualidad.
C. P.: ¿Más los sitios sexuales o pornográficos que los sociales?
M. S.: Veo las redes sociales como una nueva manera de relacionarse, no es necesariamente amenazante para un vínculo de pareja. No conozco a nadie por debajo de los 35 años que no participe en Facebook. Pero estas nuevas redes le dan a la gente más oportunidades y mayor acceso para las relaciones, alrededor de todo el mundo. Este acceso a través de Internet creó un nuevo triángulo amoroso.
C. P.: ¿Considera que la infidelidad es un fenómeno que sigue en aumento en Estados Unidos?
M. S.: La infidelidad es difícil de medir, pero he leído en publicaciones "“había un artículo larguísimo en la revista Newsweek sobre eso"“ que hay más mujeres teniendo affaires. Tiene sentido que las mujeres al ser más independientes estén dispuestas a correr ese riesgo. Es difícil investigar la infidelidad porque la gente miente y no quiere hablar acerca de sus affaires abiertamente. Normalmente las infidelidades son privadas y secretas.
C. P.: Si, y quizás las estadísticas de las mujeres subieron porque antes no lo dirían y ahora sí"¦?
M. S.: Quizás. Simone de Beauvoir habló acerca de las infidelidades de las mujeres, como relacionadas con el hacerse cargo de sus cuerpos y sus deseos. Creo que como las mujeres se independizaron financieramente también se sienten con más derecho a tener los privilegios que tuvieron los hombres durante siglos.
C. P.: ¿Cómo ve el futuro de la terapia de pareja? ¿Cuál sería su consejo a terapeutas que se están iniciando en este campo?
M. S.: Me gustaría ver programas de entrenamiento con un carril exclusivo para terapia de parejas. Hay tanto sucediendo en la díada de la pareja, que creo que arrojar la terapia de pareja en medio de la terapia familiar no funciona más"¦ Desde ya que la terapia de pareja es una dimensión de la terapia familiar, de la misma manera que las relaciones padre-hijo lo son. Las cuestiones del amor romántico,sexualidad, monogamia, y mantener relaciones a largo plazo son temas muy complejos en el mundo de hoy. Todas estas cuestiones son fundamentales, preguntas existenciales que requieren de mucha atención y foco.
C. P.: Muchas gracias.

 Fuente:
Revista Argentina de Clínica Psicológica FUNDACIÓN AIGLÉ
Virrey Olaguer y Feliú 2679
Buenos Aires, Argentina

martes, 20 de enero de 2015

El Semáforo Inteligente: construir un apego seguro

Fuente: Familias Inteligentes
http://www.familiasinteligentes.com

El Semáforo Inteligente es una técnica que facilita la construcción y el mantenimiento de un apego seguro. La habilidad de los padres a la hora de tomar las decisiones, a la hora de compartir decisiones con sus hijos, y a la hora de confiar en las decisiones que toman sus hijos, es la que aporta la seguridad necesaria para que los niños maduren felices. El semáforo inteligente es una técnica muy útil para muchas familias.
Cuando un bebé nace todo está en la zona de control de los padres, los padres son los que deciden. Pero llega un momento en el que el niño empieza a querer ser protagonista, en el que precisa explorar el mundo. Anhela influir sobre su entorno, sondea su diferenciación. Su identidad se asoma al aprendizaje de cómo conseguir ciertos privilegios, y cómo evitar las situaciones que no le gustan.
De forma progresiva, conforme crece el niño, se disminuye el número de veces que se decide por él. Si no, se estanca, se infantiliza, no madura. Continuamente hay que preguntarse, “esto que estoy decidiendo, ¿podría decidirlo mi hijo?”.
Se toman decisiones para enseñar a tomar decisiones. Cuando son más pequeños se toman muchas decisiones, y cuando son mayores se deberán tomar menos. La familia inteligente es aquella que diferencia tres situaciones:
ROJOCuando el adulto decide que el menor no puede tomar decisiones ya que puede poner en peligro el bienestar de alguna persona, sobre todo la suya. Es algo que no se puede tolerar ni aceptar. Es la manera de ejercer una autoridad, trabajada y con prestigio, con empatía, teniendo en cuenta la postura y la opinión del otro. Es una situación donde no cabe la negociación. Es un NO. Y los NO son innegociables.
AMARILLOCuando el adulto decide que el hijo puede tomar decisiones con unas determinadas condiciones, consensuadas por ambas partes, pero dirigidas por los padres. El control de la situación se puede y debe compartir. Tanto el adulto como el menor pueden tomar decisiones. Se lanzan compromisos a los hijos, y se confía y respeta su toma de decisiones. Es una situación negociable, donde se tiene que llegar a compromisos, con una visión cooperativa buscando que ambas partes ganen algo. Desde diferentes puntos de vista se llega a un acuerdo, de manera proporcional. Y la decisión final tiene que ser del hijo.
VERDECuando el hijo puede tomar decisiones por sí mismo. El control de la situación y la responsabilidad es totalmente del hijo. El niño toma decisiones que afectan a su proyecto de vida, no a la de sus padres. Digan lo que digan los adultos, los niños son los que deciden en último término. Los padres aprenden a acompañar, a ponerse detrás en su viaje, a estar disponibles cuando el hijo (no los padres) lo crea conveniente, a mostrar confianza cuando tiene que decidir y, muy importante, que perciba que se respeta esas decisiones.

¿Deben los niños ir a los funerales?

 Fuente: FAROS 
http://faros.hsjdbcn.org

Recientemente, una encuesta que se realiza anualmente en Gran Bretaña y que recoge las actitudes de su sociedad sobre diferentes aspectos de la vida cotidiana, publicó el dato de que el 48% de los adultos cree que los niños menores de 12 años no deben asistir ni a los tanatorios ni a los funerales. Posiblemente, en nuestro país las cifras serían muy similares.
Esta creencia social está en abierta contradicción con la opinión de los expertos en psicología evolutiva y en procesos de duelo, que de forma unánime abogan por la participación de los niños en los rituales de despedida de un ser querido de su familia e, incluso, advierten que no hacerlo suele comportar consecuencias negativas para los propios niños.
Pretendemos abordar aquí este debate, describiendo los principales argumentos a favor y en contra de ambas opciones, ofreciendo nuestra opinión profesional basada en la experiencia de años de trabajo con niños en contacto con la muerte y en situaciones de trauma y crisis y proponiendo la mejor forma de implicarlos en los funerales para aquellas familias que así decidan hacerlo.

¿Por qué NO llevar a los niños a un funeral?

Los adultos que defienden que los niños no deberían asistir a los rituales funerarios de un familiar o de una amigo, suelen argumentar básicamente tres argumentos
  • Asistir a un funeral puede resultar una experiencia estresante y traumática. 
Quienes sostienen esta idea consideran que en el tanatorio y en el funeral de alguien cercano, sobre todo si se trata de una muerte inesperada y/o en una persona joven, los adultos suelen encontrarse en situación de shock y dar rienda suelta a sus emociones. Por eso mismo, los niños deberían ser protegidos de la vivencia del dolor agudo. Argumentan, además, que la visión de una persona fallecida les generará a los niños una imagen muy dura, que difícilmente olvidarán y que con seguridad les llenará de miedos y de ansiedad.
  • Los niños menores de 8 ó 10 años no entienden el significado y la irreversibilidad de la muerte. 
Por este motivo, quienes defienden esta visión argumentan que los niños no entienden el significado de los rituales mortuorios y, por ende, tampoco necesitan participar en ellos. Es mucho mejor, siguiendo esta idea, apartar a los menores del contacto con la muerte y el duelo y abordarlos más tarde, cuando el niño sea capaz de entender el significado de lo que ha ocurrido. 
  • Para poder ayudar a los niños a enfrentarse con la muerte de un ser querido, sus cuidadores principales deben estar tranquilos y serenos.
Dado que  tanto en el tanatorio como en los funerales los adultos suelen estar sobrecogidos por su propio dolor y no están en buenas condiciones para ayudar a los niños a afrontar la pérdida y el duelo. Quienes abogan por esta idea, no buscan proteger a los menores del contacto con la muerte, sino que optan por gestionar primero el dolor de los adultos y luego, en un segundo momento, atender y guiar el dolor de los niños. 

¿Por qué SÍ llevar a los niños a un funeral?

Otros adultos defienden la idea de que los niños no sólo pueden, sino que, en determinados casos, deben participar en los funerales. Entre ellos se encuentran de forma casi unánime la mayoría de profesionales de la psicología, de la psicoterapia y de la educación. Basan sus recomendaciones en los siguientes postulados:
  • Los niños están en contacto con la muerte mucho antes de lo que los adultos queremos admitir.
La tendencia de apartarlos de los procesos que rodean la muerte de la vida diaria es relativamente reciente. Antes las personas morían en casa y los niños participaban de los velatorios sin restricciones. Pero, aun con la muerte desterrada a los hospitales y tanatorios, los niños saben de ella a través de los cuentos, de la naturaleza y de la televisión. Aunque sea de forma poco racional, han visto alguna vez un pájaro muerto o se han entristecido por la muerte de la madre de Bambi en la película de Walt Disney. Por tanto, la muerte comienza a formar parte de su imaginario mucho antes de perder a un familiar. Y nos resultará relativamente fácil explicarles qué ha sucedido (ver guía “Cómo comunicar la muerte a niños menores de 8 años”).  
  • De la misma forma que los adultos, los niños necesitan los rituales para transitar por los procesos de duelo.
La pérdida de un ser querido, ya sea anunciada o inesperada, nos confronta a todos con la tristeza y pone en marcha un proceso de aceptación de lo ocurrido que se conoce como duelo. Para los adultos, poder participar de los rituales de despedida es una parte consustancial del inicio del afrontamiento y del duelo. En el caso de los niños ocurre exactamente lo mismo, con la salvedad de que necesitan ser preparados para lo que van a vivir en un tanatorio y/o funeral.
  • Aunque la finalidad de no incluir a los niños en los rituales mortuorios sea otra, los niños sienten que son apartados no ya de los actos de despedida de su ser querido, sino del seno de la familia.
Incluso muchos años después de la muerte de un familiar, muchos niños y más tarde muchos adultos recuerdan de forma dolorosa que no se les ofreció la posibilidad de participar en la despedida de su progenitor, de su hermano/a o de su abuela. Sienten lo que muchos expertos denominan la sensación de ser afectados de segundo grado o dolientes olvidados, es decir, que su tristeza y dolor es menos importante o intenso que el de los adultos. Y deducen que no son tan importantes como otros en la familia, por mucho que el hecho de apartarles por nuestra parte sea una forma de protección y para nada suponga no tenerles en cuenta. 

¿Cómo influye la edad del niño en la decisión?

La capacidad de un niño para comprender la muerte depende básicamente de dos variables: su edad cronológica y las anteriores experiencias que el niño haya tenido con la muerte. 
De forma orientativa, la idea y comprensión del hecho de la muerte transita pos las siguientes fases:

De 0 a 3 años: 

Los niños no comprenden ni el hecho de la muerte en sí ni mucho menos su irreversibilidad. Pero sí se dan cuenta de que una persona cercana (o una mascota) que habitualmente estaba con ellos, ya no está. Por este motivo es muy importante tratar de explicarles con palabras sencillas que su ser querido ha muerto y ya no volverá más. 
A esta edad, los niños comprenden realmente poco de lo que ocurre en un funeral. Además, su capacidad de atención es muy escasa todavía y lo más probable es que el niño acabe llorando, asustado y cansado y generando estrés a sus cuidadores.

De 3 a 6 años:

Los niños entienden ya que la muerte significa algo grave. Pero, en parte por su pensamiento concreto y en parte por la influencia de los cuentos, muchos creen que la muerte es reversible. Además, rodean el hecho de pensamientos mágicos y creen que lo imposible es posible. Registran cierto egocentrismo en el pensamiento, que hace que pueden aparecer pensamientos de culpabilidad. Por esto , con frecuencia atribuyen el hecho de la muerte a un enfado con la persona fallecida o a un castigo por su propio mal comportamiento.
En esta etapa, si lo explicamos bien y con palabras sencillas, los niños pueden entender que la muerte supone que el cuerpo de la persona fallecida ya no podía funcionar y que por eso se ha muerto. Dado su dificultad en entender que la persona no va a volver, hay que ser especialmente cuidadoso en la forma en que comunicamos la noticia de la muerte al niño y evitar a toda costa expresiones ambiguas que pueda malinterpretar o entender de forma literal como hemos perdido a la tía Luisa o la abuela se ha ido.
Aconsejamos permitirles a los niños escoger si quieren o no asistir junto a nosotros al tanatorio para despedirse de su familiar o amigo y hacerlo en un entorno de calma y  cierta intimidad. Y pensamos que la forma más apropiada de hacer partícipe a un niño de estas edades en los rituales mortuorios es acompañarlo al tanatorio, responder a sus preguntas, permitirle ver lo que desee ver, pero todo ello en la intimidad de un grupo de familiares reducido y no en el día de un funeral con muchas personas, bastantes de ellas desconocidas para el niño.

De 6 a 9 años:


Se da una comprensión gradual y cada vez más exacta del carácter irreversible y definitivo de la muerte. El nivel de razonamiento es ya lo suficientemente maduro como para poder establecer una relación de causa y efecto entre la enfermedad y la muerte.
A esta edad, los niños suelen mostrar inquietud acerca de dos cuestiones fundamentales. La primera es que al entender lo irreversible de la muerte, toman consciencia de que sus padres y/o cuidadores principales también podrían fallecer y suelen formular preguntas muy concretas acerca de quién y cómo les cuidaría en tal eventualidad. La segunda preocupación gira entorno a la diferencia entre las enfermedades comunes, como un constipado, y aquéllas que conducen a la muerte. Será muy importante poder hablar con los niños sobre estos aspectos y ofrecerles respuestas honestas y tranquilizadoras a la vez.
Si se les ofrece la oportunidad, los niños de esta edad raramente rechazan asistir a un tanatorio y/o funeral. Es importante informarles de qué se va a hacer allí y cuándo. Cada niño suele encontrar la forma en que desea despedirse de la persona que ha muerto. Les ayudará poder participar de alguna manera en los rituales: muchos niños eligen hacer un dibujo o introducir un juguete en el féretro.

Más de 9 años:

La conceptualización de la muerte es la misma que la de los adultos. La forma de informarles acerca de lo ocurrido también suele ser muy similar a la que usamos con otros adultos. Sólo hay que estar especialmente atento al desconcierto que la muerte de un familiar o de un amigo le produce a un niño de estas edades. Suele preguntarse qué es lo correcto y que sería lo incorrecto. Carece de modelos acerca de cómo conducirse y cómo expresar sus sentimientos. Por ello, es especialmente importante asegurar al niño y al adolescente que no hay una forma correcta y otra incorrecta de comportarse ni de sentir la pérdida. Es crucial explicarle que no importa si llora o no llora: muchas personas lloramos con lágrimas, pero otras lloramos sin lágrimas, incluso, algunas, están de mal humor. Y que la cantidad de lágrimas que se vierten no es una medida del cariño que sentíamos por el difunto. 
Seguramente, querrá participar de todos los rituales como los adultos. Aunque la opción es correcta, no debemos  olvidar que si es la primera vez que asiste a un tanatorio o funeral, también necesita ser preparado. Necesita saber qué se hará, cuándo se hará y quiénes se reunirán para estos rituales. 

¿Cuál es la mejor decisión?

La mejor decisión dependerá en cada caso de la edad del niño y de implicarle en tomar por sí mismo esa decisión. Pero, para poder hacerlo, el niño deberá contar con la información necesaria, explicada de forma clara, concreta y directa. 
Esto significa que debemos explicarle la muerte de su ser querido cuanto antes, siguiendo las pautas para la comunicación de la muerte de un ser querido. Esto es especialmente importante para dos motivos:
  • Para que sienta que es incluido en el núcleo familiar desde el primer momento y que alguien cercano a él se pone en su lugar y trata de hacerle comprensible los cambios y la inquietud que nota a su alrededor. Esto es válido incluso para los bebés y niños menores de 3 años, que no podrán acabar de entender el alcance de lo que les estamos contando, pero percibirán nuestra tristeza y nuestro acercamiento. 
  • Para que pueda elegir cómo quiere despedirse y en qué momento desea estar con los adultos o, por el contrario, necesita un respiro y prefiere retornar a sus actividades rutinarias con otros niños. 

¿Cómo preparar a los niños para asistir al tanatorio y/o funeral?

La preparación de un niño para asistir al tanatorio o a un funeral debe componerse de cinco pasos fundamentales:

1.Comunicación de la muerte

No espere demasiado en darle a su hijo/a la noticia del fallecimiento: en la actualidad la información de un fallecimiento se difunde con una inmediatez asombrosa, debido al uso de las redes sociales y  los teléfonos móviles. Por comprensible que sea que Usted necesite unos momentos para asimilar la noticia y prepararse para transmitirla a sus hijos con serenidad y en la debida forma, piense que con cada 5 minutos que pasan aumenta la probabilidad de que el niño oiga de la muerte de su familiar por comentarios telefónicos o por el bienintencionado pésame de una vecina, que llega a destiempo, antes de que hayan hablado con él. 
Aquí puede consultar una guía de cómo comunicar la muerte de un ser querido a los niños de distintas edades.

2.Procesamiento de la noticia

Reaccione como reaccione, el niño al que acaban de comunicar la muerte de alguien cercano necesita un tiempo para asimilar y procesar lo que le acaban de decir. Puede ser que quiera jugar, para olvidar lo que ha oído, puede que necesite dibujar, hablar, preguntar o … llorar.
Es importante que como adultos que hacemos la comunicación dispongamos de cierto tiempo y de un poco de tranquilidad para estar disponibles. 

3.Decisión sobre el tanatorio y/o funeral

Habitualmente, cuando en una familia ocurre una muerte, se produce una incertidumbre inicial, más o menos aguda y dolorosa en función de si la muerte ha sido anunciada o inesperada. 
Tras estos momentos de shock y de duda, hay que solventar una serie de trámites y se comienzan a preparar los rituales funerarios. Los adultos de la familia suelen estar muy atareados (llamadas, gestiones, visitas…)  Por ello, es importante que durante este periodo de transición, entre el impacto de la noticia de la muerte y la despedida más social de nuestro ser querido, también pensemos en los niños quienes necesitan cierta normalidad como poder jugar, ir a ver a sus vecinos o cualquier otra actividad que les conecte con su vida anterior a la pérdida. 
No obstante, a partir de los 4 ó 5 años los niños no querrán separarse de sus padres y otros adultos importantes. Una forma muy buena de conciliar ambas realidades es dejar a los niños en casa, aunque sea al cuidado de un familiar cercano, e informarles de qué estamos haciendo y cuándo vamos a volver. Proceder así les da mucha seguridad: están en su casa y la vida continua. Por poco que sea posible será importante que al menos uno de los progenitores esté presente a la hora de los baños y la cena. Para los niños, que temen poder perder a otro de sus cuidadores, romper lo menos posible con sus rutinas es altamente tranquilizador.
Cuando ya se sepan los horarios del tanatorio y del funeral, y en la tranquilidad del hogar, le explicaremos al niño todo lo que necesita saber para elegir si quiere asistir al tanatorio, al funeral, a ambos o a ninguno de esos rituales. 

4.Asistencia a los rituales de despedida o actividad sustitutoria

Tenemos tres posibles escenarios:
1) Nuestro hijo ha elegido ir:
Para los niños menores de 8 años es más comprensible despedirse en el tanatorio y llevar un dibujo o un juguete como muestra de cariño y respeto. Algunos niños elegirán no ver a la persona difunta. Otros  querrán verla, cosa que deberíamos permitir explicando bien lo que van a ver: la abuela parece dormida, pero no está dormida. Su cuerpo ya no funcionaba bien y ahora vamos a decirle adiós.
Elegiremos un momento de intimidad en el tanatorio: a los niños no les afecta ver a un adulto llorar, pero sí les asustan las muestras muy expresivas de dolor como los gritos y las estridencias.
Acompañaremos al niño en todo momento, responderemos a sus preguntas, estaremos atentos a todo lo que expresa y captaremos cuándo ha llegado el momento de marchar. Habitualmente los niños no desean permanecer mucho tiempo en el tanatorio, porque ya hemos dicho adiós. 
Los niños mayores de 8 años suelen elegir asistir al tanatorio y al funeral. Les advertiremos que en el funeral hay mucha gente, que son todos los que querían mucho a la persona fallecida y todos sus amigos. 
También a esta edad acompañaremos al niño, responderemos a  sus preguntas y captaremos las señales, dándole la oportunidad, si quiere,  de contactar con otros iguales o con personas a las que le apetezca saludar. 
2) Nuestro hijo ha elegido no ir:
No sólo respetaremos su decisión, sino que pondremos especial cuidado en que ningún familiar le haga sentir mal por no querer asistir al tanatorio o al funeral. 
Pasados unos días, por si su negativa tuviera un punto de negación de la realidad de la pérdida, le acompañaremos al cementerio o al lugar dónde estén las cenizas de nuestro familiar fallecido. Le explicaremos que podemos recordarlo en cualquier sitio,  acordándonos de cosas que hemos hecho con él/ella o viendo fotos. Pero que a veces también vamos a su tumba a llevarle flores o un dibujo y recordarle mostrando nuestro cariño en el sitio en el que su cuerpo que ya no funcionaba. 
3) Tenemos varios hijos: unos quieren ir, otros no:
Conceptualmente, la solución es simple: el niño que quiere ir, va; el que no, no. Esto a veces presenta algunas dificultades de organización, pero es importante respetar la voluntad de cada uno de ellos.
Pasados unos días, procederemos como en el caso anterior: iremos con todos al cementerio o al lugar dónde se han esparcido las cenizas para presentar nuestros respetos.

5.Retorno a la rutina cotidiana y tareas del duelo  

El funeral marca el final del periodo de excepción que comenzó con la noticia de la muerte de nuestro familiar y el retorno a la vida cotidiana. Ese momento suele ser doloroso, porque se vuelve a la normalidad, sí, pero sin la persona que ha fallecido. Muchas cosas, muchos lugares, algunas fechas nos recuerdan su ausencia. A este proceso de aceptación de la pérdida se le denominaba antes proceso de duelo, concepto que se ha ido sustituyendo por el de tareas del duelo, indicando una serie de acciones concretas que hay que ir resolviendo.
Describir esas tareas excede el marco de este artículo, pero es importante entender que los niños necesitan hacer las mismas tareas de aceptación por la ausencia de su ser querido que nosotros, los adultos, aunque a un ritmo más rápido.

jueves, 8 de enero de 2015

Programa: Primera Alianza, mejorando los vínculos tempranos


Programa de la Universidad Pontificia de Comillas
Fuente: http://www.primeraalianza.com/index.php


Primera Alianza es un programa preventivo orientado a fortalecer y/o reparar el vínculo afectivo entre niños de 1 a 6 años y sus cuidadores primarios. La primera relación significativa con el otro es un espacio donde se gestionan tempranamente dinámicas de riesgo y de protección que van a tener una influencia muy importante sobre el desarrollo del individuo. El niño que crece en un entorno donde las capacidades básicas de crianza están activas en los padres, es un niño con más oportunidades para experimentar su mundo como un lugar seguro, amable y predecible. Esta experiencia es una de las condiciones básicas para funcionar con eficacia en el mundo social y en las relaciones afectivas que se dan durante el resto de la vida.
Nuestro objetivo fundamental se desglosa en dos objetivos específicos: mejorar la interacción y mejorar las representaciones.

Primera Alianza se basa en el convencimiento de que la transmisión intergeneracional del riesgo social, así como de la resiliencia, se produce desde primeros los momentos de la vida de los individuos, y dentro de un escenario específico: la relación temprana con los cuidadores.

Primera Alianza construye una parte muy importante de la intervención sobre los recursos con los que cuentan los cuidadores para establecer una vinculación favorable con sus hijos. Todos los padres, a pesar de la vulnerabilidad y las dificultades, cuentan con fortalezas que les ayudan a ligarse emocionalmente con sus niños, comprenderlos y gestionar adecuadamente algunos de los problemas de la crianza. En muchas ocasiones, estas capacidades han quedado inhibidas por un conjunto de circunstancias adversas, u olvidadas como consecuencia del estrés, la indefensión, etc. Una parte fundamental de nuestro trabajo y de nuestra metodología está pensada para reconectar a las personas con sus fortalezas.

En Primera Alianza, los procesos de cambio se producen mediante experiencias de carácter emocional y reflexivo, desarrolladas durante la intervención y en el seno de un grupo que las facilita. Esto diferencia a Primera Alianza de los modelos clásicos de educación parental basados en la instrucción y en la teoría. Lejos de formar a los cuidadores en las “mejores” formas de ejercer la parentalidad, nuestro programa trata de facilitar dinámicas de autoobservación, experiencias emocionales de carácter correctivo y procesos grupales que fomentan transformaciones más íntimas y duraderas de la relación padres-hijo. El trabajo de los beneficiarios, sesión a sesión, consiste en observarse funcionando como padres y en reexperimentar, dentro de un entorno seguro, algunas de las emociones más difíciles asociadas al ejercicio de la parentalidad. Una relación más sana y más segura emerge de forma natural sobre la base de estos procesos vivenciales.

Primera Alianza es un programa de intervención grupal. Alrededor de seis o siete cuidadores componen el grupo sobre el que se interviene.
El grupo es conceptualizado en este programa como una de las herramientas terapéuticas fundamentales.
¿Qué convierte al grupo en una herramienta para facilitar el cambio?
bulletEn el grupo se dan con facilidad procesos de apoyo recíproco entre padres y madres. Esto favorece una experiencia de empoderamiento en ellos, así como el inicio de dinámicas de ayuda que pueden continuarse fuera de las sesiones y una vez terminado el programa.
bulletEn el grupo se producen procesos de modelado e intercambio de información entre cuidadores. Son los padres los que instruyen a otros padres, consultan dudas, se confrontan o se elogian. De esta forma, la intervención adquiere un formato horizontal, que aumenta la apertura al cambio.
bulletEl grupo contiene y regula muchas de las emociones intensas, intolerables o avergonzantes que los padres pueden experimentar en relación a la crianza de sus hijos. Al trabajarse los afectos en el seno de un grupo donde todos los miembros comparten una experiencia común, la influencia de dichas emociones sobre el menor queda minimizada.

El paradigma en que se basa Primera Alianza es la Teoría del Apego (Bowlby, 1969). Algunos de los principios básicos de este modelo, adaptados para una población amplia y no especializada, organizan el contenido de las sesiones de intervención. El visionado y la discusión de los extractos de vídeo se realizan siempre en el marco de conceptos básicos que nos ayudan a entender la primera relación, sus procesos, las dificultades que pueden surgir y, sobre todo, lo que el niño necesita.
Algunos de los principios que se usan con más frecuencia en las sesiones de Primera Alianza son:
bulletLas dos necesidades básicas del niño en el vínculo temprano: apego y exploración. El niño necesita apoyarse en uno o más cuidadores que regulen sus estados internos, que le ayuden a organizar su experiencia y que lo acojan en los momentos en los que necesita consuelo, protección, seguridad, etc. Asimismo, el niño necesita desarrollar sus capacidades de movimiento autónomo, de comprensión e interacción con el mundo físico y social; para ello, el niño necesita explorar.
bulletEl cuidador como refugio seguro. Para que las necesidades de apego sean satisfechas, el cuidador debe actuar a modo de refugio seguro: ofreciendo al niño espacios de consuelo, de protección, organizando las experiencias intensas del niño, regulando sus emociones, etc. El cuidador es alguien a quien volver cuando uno se encuentra mal. Para ello el cuidador debe estar disponible, comprender los estados internos del niño, y disfrutar de la intimidad con él.
bulletEl cuidador como base segura para la exploración. El niño sólo verá satisfecha su necesidad de explorar si el cuidador permanece disponible durante las dinámicas de exploración, si guía dicha exploración cuando hace falta, la estimula, la facilita y, mediante su supervisión, la convierte en algo seguro. Para ello, el cuidador debe comprender esta necesidad que tiene el niño de estar en contacto “a distancia”, y tolerar bien la separación con respecto al niño.

 Más información sobre el programa en su web: http://www.primeraalianza.com/index.php