Fuente: Familias Inteligentes
http://www.familiasinteligentes.com
El Semáforo Inteligente
es una técnica que facilita la construcción y el mantenimiento de un
apego seguro. La habilidad de los padres a la hora de tomar las
decisiones, a la hora de compartir decisiones con sus hijos, y a la hora
de confiar en las decisiones que toman sus hijos, es la que aporta la
seguridad necesaria para que los niños maduren felices. El semáforo
inteligente es una técnica muy útil para muchas familias.
Cuando un
bebé nace todo está en la zona de control de los padres, los padres son
los que deciden. Pero llega un momento en el que el niño empieza a
querer ser protagonista, en el que precisa explorar el mundo. Anhela
influir sobre su entorno, sondea su diferenciación. Su identidad se
asoma al aprendizaje de cómo conseguir ciertos privilegios, y cómo
evitar las situaciones que no le gustan.
De forma
progresiva, conforme crece el niño, se disminuye el número de veces que
se decide por él. Si no, se estanca, se infantiliza, no madura.
Continuamente hay que preguntarse, “esto que estoy decidiendo, ¿podría
decidirlo mi hijo?”.
Se toman
decisiones para enseñar a tomar decisiones. Cuando son más pequeños se
toman muchas decisiones, y cuando son mayores se deberán tomar menos. La
familia inteligente es aquella que diferencia tres situaciones:
ROJO: Cuando
el adulto decide que el menor no puede tomar decisiones ya que puede
poner en peligro el bienestar de alguna persona, sobre todo la suya. Es
algo que no se puede tolerar ni aceptar. Es la manera de ejercer una
autoridad, trabajada y con prestigio, con empatía, teniendo en cuenta la
postura y la opinión del otro. Es una situación donde no cabe la
negociación. Es un NO. Y los NO son innegociables.
AMARILLO: Cuando
el adulto decide que el hijo puede tomar decisiones con unas
determinadas condiciones, consensuadas por ambas partes, pero dirigidas
por los padres. El control de la
situación se puede y debe compartir. Tanto el adulto como el menor
pueden tomar decisiones. Se lanzan compromisos a los hijos, y se confía y
respeta su toma de decisiones. Es una situación negociable, donde se
tiene que llegar a compromisos, con una visión cooperativa buscando que
ambas partes ganen algo. Desde diferentes puntos de vista se llega a un
acuerdo, de manera proporcional. Y la decisión final tiene que ser del
hijo.
VERDE: Cuando el hijo puede tomar decisiones por sí mismo. El
control de la situación y la responsabilidad es totalmente del hijo. El
niño toma decisiones que afectan a su proyecto de vida, no a la de sus
padres. Digan lo que digan los adultos, los niños son los que deciden en
último término. Los padres aprenden a acompañar, a ponerse detrás en su
viaje, a estar disponibles cuando el hijo (no los padres) lo crea
conveniente, a mostrar confianza cuando tiene que decidir y, muy
importante, que perciba que se respeta esas decisiones.
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