viernes, 24 de septiembre de 2010

Seminario; El Arte de Crear y Gestionar el Cambio. Giorgio Nardone

9 y 10 de Octubre de 2010, Madrid

Lugar: Salón de Actos de la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica de la Universidad Politécnica de Madrid. Av. Juan de Herrera nº 6 - 28040 Madrid

Sábado 9 de Octubre: de 09,30 a 10,00h (entrega de documentación) de 10h a 14,00h y de 15,30h a 19,00h
Domingo 10 de Octubre: de 10,00h a 14,00h

Precio: 280 € (210€ con descuento)

Más información

El modelo de Problem Solving Estratégico es una formulación original del equipo del CTS de Arezzo, liderado por Giorgio Nardone, y representa la evolución moderna de la tradición de la Escuela de Palo Alto. El modelo puede aplicarse por definición a cualquier tipo de problema y en ámbitos perfectamente diferenciados entre sí.

lunes, 6 de septiembre de 2010

"Los menores abejorros" (Jesús Oliver)

“Es mejor ser un joven abejorro que una vieja ave del paraíso”

Mark Twain

Hace algunos meses, unos papás asistieron a la Unidad de Orientación a la Familia sosteniendo que su hija Sara, de 8 años, padecía un terrible Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad. Según ellos, su sintomatología era clara: solía distraerse con frecuencia en clase y con los deberes, a la par que era capaz de pasarse horas y horas jugando, frente a la tele o con la videoconsola. Estos papás demandaban que un neurólogo examinara a su hija y que la medicase con Concerta, para que se quedara “más calmadita y menos dispersa”.


Un par de semanas atrás, recibí a unos padres que se quejaban de que su hijo César, de 17 años, se había transformado de la noche a la mañana en un “chico Ni Ni”: Ni estudiaba Ni trabajaba. Para más inri, tampoco acudía a la autoescuela Ni a los cursos a los que los padres le apuntaban, no mandaba currículums Ni asumía su parte de las tareas domésticas. Su día a día consistía en chatear, jugar a la Play, irse a comprar ropa de marca y salir con los colegas…


Hace tan sólo unos días una pareja acudió a la Unidad de Orientación pidiendo “devolver” a la Comunidad de Madrid a Sergio, su hijo adoptivo de 10 años, pues afirmaban que, aunque al principio parecía un “angelito”, al poco afloró su Trastorno Antisocial subyacente: tenía fuertes rabietas de vez en cuando, si se enfadaba dejaba de dar besos y, para colmo de males, no siempre obedecía.


Estos tres motivos de consulta pueden resultarnos sorprendentes (y cada vez más familiares), pero todos ellos describen conductas infantiles y adolescentes “normales”, típicas y propias de su edad.

La concepción que una sociedad tiene acerca de la infancia y de la adolescencia cambia a lo largo de la historia. Así, en una época aceptamos como “normales” y como “conductas aceptables” cuestiones que son rechazadas en otros momentos históricos. El problema con el que nos encontramos actualmente es que lo que consideramos "normal" (“niño/a o adolescente muy obediente y muy tranquilito/a”) se ha vuelto tan restrictivo que cualquier desviación de la norma es considerada una patología. En cuanto surge una conducta “desadaptada” en un/a menor, rápidamente le/a etiquetamos como “problemático/a”, con el fin de someterle/a a un tratamiento psicológico y/o farmacológico que haga desaparecer el supuesto trastorno y que le ayude a adaptarse lo antes posible a las condiciones requeridas por los/as adultos/as de su entorno.


La sociedad “adultista” en que vivimos parece haberse olvidado de que la infancia y la adolescencia son etapas evolutivas del ser humano; parece haber pasado a concebirlas, sencillamente, como unas etapas “patológicas” por las que atraviesan los/as menores hasta que se convierten en adultos/as (¿llegará un día en el que ya no hablemos de infancia y adolescencia sino del trastorno infanto-juvenil?).

Casi sin darnos cuenta, esta visión “patologizante” nos va calando, y va consiguiendo que padres y madres, adultos y profesionales (psicólogos/as, neurólogos/as, educadores/as…), programas de televisión (SOS adolescentes, SuperNani, Generación Ni Ni) , e incluso la literatura (“¡Socorro!, tengo un hijo adolescente: Guía de supervivencia para padres desesperados”, “El pequeño dictador: cuando los padres son las víctimas”, escrito por un ¡¡exdefensor del menor!!) vayamos etiquetando los comportamientos típicos de niño/as y adolescentes como “anormales” o patológicos: síndrome del Emperador, síndrome de Peter Pan, trastorno de déficit de atención e hiperactividad, trastorno antisocial... ¡Hasta generaciones enteras están siendo definidas como “diabólicas” e irresponsables!: Los pequeños dictadores, Generación Ni Ni… (si surgiesen programas de TV que se titulasen “La familia sin sentido común”, “Padres y madres con la cabeza sin amueblar”, “Generación de papás y mamás negligentes”, qué rápido nos movilizaríamos los adultos para que se retirasen de la parrilla).


Esta idea, aceptada cada vez por más padres, madres y profesionales, de que la infancia y la adolescencia son etapas de grandes conmociones puede acarrear serias consecuencias para los/as menores. Se me ocurren algunas, como:

· Reaccionar exageradamente, suponiendo que la conducta de un/a menor es signo de un problema grave cuando, de hecho, es típica de chicos/as de su edad. Por ejemplo, unos padres acuden preocupados a la UOF porque su hijo adolescente ya no les cuenta tantas cosas y pasa todo el tiempo en su cuarto o con sus amigos.

· Pasar por alto problemas serios de un/a menor, suponiendo que sus conductas problemáticas son comportamientos “normales” desde el punto de vista evolutivo. Por ejemplo, no ver acoso escolar en unas adolescentes que pegan de forma violenta y recurrente a otra compañera, pues pensamos que en esas edades es normal que haya rifirafes entre el alumnado.

· Realizar profecías autocumplidas: Las percepciones negativas que los/as adultos/as podemos tener de los niño/as y los/as adolescentes (“son una generación perdida”, “no tienen remedio”, “son pequeños monstruos”, “mi hijo/a se porta mal para joderme”) pueden hacer que siempre señalemos lo negativo de los/as menores o entremos en luchas de poder con éstos/as; que reaccionemos de forma exagerada ante un comportamiento problemático; que bajemos los brazos demasiado pronto o incluso abdiquemos de nuestras funciones educativas. Estas reacciones de los/as adultos/as suelen provocar y fomentar, a su vez, los comportamientos desviados de los/as menores.

· Delegar la responsabilidad de los/as adultos/as en profesionales de la salud (“arréglame a mi hijo”), y/o medicar a los/as menores, con fármacos como Concerta, Ribufén, Topamax o Risperdal (¡¡al fin las farmacéuticas se pueden lucrar a costa de los/as más pequeños/as!!).


Si los/as profesionales nos dejamos de “biologicismos” y “psicologismos” (creer que todo se explica por la biología o por la psicología) y tenemos en cuenta el contexto, veremos que los/as niños/as y los/as adolescentes que presentan algún “síntoma” son como“el canario silencioso en una mina: es un indicio de que hay problemas en el sistema”(Fishman, 1990), nos indican que algo va mal en el entorno donde deben desarrollarse.


Toda conducta se desenvuelve dentro de un contexto. Cuando se cataloga a un individuo como "problemático", se supone que el problema está en la persona y no en el contexto. En consecuencia, los esfuerzos irán dirigidos al tratamiento del individuo problemático antes que a intentar comprender la razón por la cual su comportamiento no se ajusta al contexto. La existencia de un desajuste entre un/a menor y su contexto no implica necesariamente un problema en uno o en otro, pero sí sugiere que tal vez sea preciso considerar una modificación en el contexto en lugar (o además) de un cambio en el/la menor. Debemos dejar de gastar nuestras energías tratando el nombre del problema y centrarnos en el contexto que lo crea y/o lo mantiene.


Así, podemos observar que detrás de Sara, la menor etiquetada con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, hay una madre y un padre que creen que el problema no es“educativo”sino“de la educanda”, que se contradicen delante de ésta, que reaccionan de forma desproporcionada y que le hacen demasiadas demandas a la par. Estos padres, a su vez, tienen unos horarios terribles de trabajo y disponen de poco tiempo para ponerse de acuerdo en la educación de su hija y para cargar las pilas. Detrás de Sara, también, hay una profesora que se angustia cuando ésta no se queda quieta la hora entera de clase, que no se plantea el problema como algo “escolar” sino como algo “de la escolar”, que no se pregunta tanto cómo ayudar a la niña sino a qué neurólogo/a derivarle.

Alrededor de César, el adolescente que ni estudia ni trabaja (adolescente NiNi), hay un padre y una madre que a la par que le regañan, le dan una paga y le abonan los gastos de móvil y de Internet; que a la vez que le exigen madurez, le compran ropa de marca, le preparan sus comidas favoritas y le hacen la cama; que a la par que le sermonean, le envían los curriculums y le pagan los cursos y la autoescuela a los que ni acude. No sé si deberíamos dejar de hablar de chicos NiNi, para empezar a hablar de padres SíSí, que le dicen Sí a todo lo que les pide el “niño”o la“niña”. Por último, tras el adolescente NiNi, existen unos trabajos muy precarios, unos costes elevados de compra y de alquiler de viviendas, una sociedad que exalta la consecución de satisfacciones sin esfuerzo…

Detrás de Sergio, el niño adoptado etiquetado con Trastorno Antisocial, hay unos padres que hacen diferencias a favor de sus hijos biológicos; hay un papá que nunca quiso adoptar, pero que se dejó llevar por su pareja, y que ahora rechaza al niño y le culpa de todos los males; hay una mamá que abandona sus funciones parentales porque el niño no cumple con las expectativas idealizadas que tenía puestas en la adopción, porque “no me hace feliz”...


Me gustaría animaros con este artículo a defender a estos chicos “etiquetados”, ya que ellos quizá no pueden defenderse. No se trata de tratarles como víctimas ni de desresponsabilizarles, porque cada generación ha de lidiar con determinadas dificultades, pero sí de dejarles vivir cada momento evolutivo, de evitar criminalizarlos y de esforzarnos por cambiar los contextos donde crecen para que puedan desarrollarse mejor.

Os lanzo algunas ideas con las que quizás podríamos combatir esta concepción patologizante que tenemos de la infancia y la adolescencia:

· Pensar otro modelo social: Os animo a reclamar desde nuestras instituciones que las políticas faciliten la conciliación de la vida familiar y la laboral, los empleos dignos, un ajuste en los precios de compras y alquileres de viviendas; que protejan a la infancia de los programas en los que les etiquetan como diablos… En definitiva, os animo a reclamar un cambio macrosistémico.

· Pensar otra concepción de la infancia y la adolescencia: Los/as menores no son personas ya “hechas”, ya maduras; son personas “en construcción”, que necesitan de su entorno, de nosotros/as, para desarrollarse y para corregir sus comportamientos. Los/as menores, para madurar, van a tener que convertirse en personas diferentes a aquellas que los padres y madres deseaban (han de diferenciarse), con todas las frustraciones que esto genera en los/as adultos/as.

· Hacer equipo con padres, madres y educadores/as: Conviene empoderar a los/as educadores, devolverles la autoridad y la responsabilidad necesaria para poder criar, cuidar, contener y educar a los/as menores. Hay que animar a los/as educadores/as a que se cuiden, a que tengan sus válvulas de escape, para que puedan cuidar bien. También debemos ayudarles a no desdecirse entre ellos (entre padres, entre padres y profesores, entre profesores…), para que los menores no se confundan ni se des-responsabilicen.

· Focalizar en lo positivo: Los padres, las madres y los/as profesionales debemos rescatar los puntos fuertes de los/as menores, sus excepciones (“no suele estudiar, pero hoy sí estudió y le felicito por ello”), lo que sí funciona en la familia… Si focalizamos sólo en aquello que no funciona, perpetuamos las etiquetas y dificultamos los cambios.

· Normalizar los comportamientos teniendo en cuenta el momento evolutivo y el contexto: Los/as menores no se portan mal por fastidiar, lo hacen porque aún tienen que aprender o porque algo en su contexto está generando o manteniendo esos comportamientos (falta de afecto, señalamiento sólo de lo negativo, luchas de poder con los menores, ausencia de límites y de consecuencias…). Si les/as etiquetamos como “patológicos” o “problemáticos” vamos a dificultar enormemente el cambio.

· Escuchar qué piensa el/la menor sobre lo que ocurre y qué querría cambiar de su entorno: Además de escuchar a los padres, a las madres y a los/as profesionales, también hay que escuchar a los/as menores, pues suelen tener opiniones sobre el asunto y demandas hacia los/as adultos/as que conviene que sean escuchadas.

Os dejo estas pequeñas reflexiones e ideas que, junto con las que se os ocurran a vosotros/as, quizás nos ayuden a brindar a los/as menores un futuro mejor.

Ya no puedo continuar escribiendo. Tengo una sobrina de 3 meses con un Trastorno Histriónico de la Personalidad horroroso, que no deja de llorar para reclamar mi atención. Voy a probar con el Baby Einstein, a ver si con esto se relaja… Si conocéis algún/a psicólogo/a de confianza que pueda tratarla o algún medicamento que pueda calmarla, os podéis poner en contacto conmigo llamando a la Unidad de Orientación. ¡Mil gracias de antemano!

NOTA: Los nombres, las edades y las situaciones de las personas expuestas en el texto han sido modificados, con el fin de respetar la confidencialidad.

Jesús Oliver Pece

Psicólogo y terapeuta familiar

Linares en Buenos Aires

Seminario internacional 2010
Jueves 16 de septiembre, de 15 a 21 horas

Buenos Aires, Argentina

Organiza; Escuela Sistémica Argentina
Fuente: www.escuelasistemica.com.ar


Juan Luis Linares; Médico y Psicólogo. Doctor en Medicina. Fue Presidente Asociación Europea de Terapia Familiar. Dirige Master Terapia Familiar Universidad Autónoma de Barcelona. Es Jefe de Servicio de Terapia Familiar del Hospital San Pau Barcelona y Director de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital de San Pau Barcelona. Es Profesor titular de la Universidad Autónoma de Barcelona y Autor de numerosos artículos y libros de la especialidad como “Identidad y Narrativa”, “Tras la honorable fachada”, “Ser y hacer en Terapia Sistémica”, entre otros.