martes, 3 de julio de 2012

EL NIÑO ABUSADO SE CONVIERTE EN ADULTO. ARTÍCULO DE STEFANO CIRILLO

Resumen artículo. El artículo completa cuenta con ejemplos de casos clínicos, muy interesante, si podéis os recomiendo leerlo completo.


En este artículo el autor analiza algunos casos clínicos para reflexionar sobre diferentes resultados que la experiencia del abuso sexual sufrido en la infancia puede tener en la influencia del desarrollo de un sujeto de sexo masculino.


Distingue TRES posibilidades;
Transformación de víctima en agresor
Persistencia en posición de víctima
Espectador relativa a los hermanos varones de víctimas de sexo femenino

Siguiendo a GREEN, tras identificar una serie de graves secuelas del abuso sexual infantil ( ansiedad, depresión, bajo nivel de autoestima y comportamientos suicidas, abuso de drogas, disfunciones sexuales, vulnerabilidad de las víctimas de sexo femenino a sufrir nuevos episodios de violencia en la vida adulta), recuerda que un número menor pero significativo de ellos se convertirá en autor de acoso sexual a niños.


Factores que influyen en las consecuencias del abuso


Los siguientes factores no guardan una relación directa pero sí influyen en el resultado del abuso.
a) La relación con el abusador – mientras más estrecho y significativo sea el vínculo que mantiene con la víctima, más doloroso debería ser el trauma.
b) La edad de la víctima – a mayor precocidad del trauma, más destructivo puede llegar a ser. Pero también, a mayor plasticidad psíquica, mayor es la probabilidad de que la herida pueda cicatrizar.
c) Las modalidades con las que el abuso ha sido llevado a cabo – cuanto más invasivo, más dañino. Cuanto más oscuro y enmascarado, más difícil será la víctima para decodificarlo como un abuso.
d) La duración – una mayor duración del trauma en el tiempo, se relaciona con peores consecuencias. Pero también un único gesto aislado puede conllevar consecuencias dramáticas.
e) Las reacciones de la víctima – mientras más capacidad haya tenido la víctima para defenderse , para poner fin al abuso, para pedir ayuda, para denunciar precozmente, menos intensos e invasivos serán los sentimientos de culpa.
f) Los factores de protección intra y extrafamiliares.

La autodescalificación, en el sentido de la propia desvalorización, es el primer enemigo de estas pacientes, y por tanto, el primer obstáculo que encuentra la terapia.
Si pasamos de indagar la vivencia intrapsíquica de la víctima a sondear su percepción de las relaciones significativas, nos daremos cuenta que al revisar las modalidades de las revelaciones del abuso por parte de la víctima, sean parciales o completas, sean o no eficaces, escuchadas o ignoradas, o al contrario, su incapacidad para hablar de ello, nos conducirá directamente al corazón de las relaciones familiares, cuyo funcionamiento hace que el niño hable o se calle, así como si el abuso fuera revelador de la calidad de los vínculos en los que el pequeño está inmerso.


PRIMER POSIBILIDAD O SITUACIÓN: DE VÍCTIMA A AGRESOR


Un mecanismo de defensa en estos casos para no sucumbir al trauma, puede ser la identificación con el agresor; el niño, víctima inerme e impotente, desplaza en el futuro una especie de represalia y venganza. “No seré siempre tan pequeño y débil, me haré mayor y fuerte, y entonces verán de lo que soy capaz”.
Sin embargo, el mecanismo implica un precio muy alto para la psique, porque obliga a la mente a una escisión; idealización de sí mismo (como educador, buen padre, cuidador...), y , por otro lado, la coacción a repetir el abuso responde a la exigencia de revivir el trauma sufrido, pero esta vez controlándolo – y no sufriéndolo – gracias al intercambio de rol. Para hacerlo, tiene que, por así decirlo, matar a una parte de sí mismo, suprimiendo la empatía hacia el niño que se transforma en su víctima.


SEGUNDA POSIBILIDAD O SITUACIÓN: VÍCTIMA PARA SIEMPRE


En esta categoría de pacientes encontramos sujetos que solicitan ayuda a nivel privado de psicoterapia o en servicios de atención especializada y psiquiátricos, con demandas por patologías depresivas o ansiosas, con personalidades caracterizadas por escasa asertividad, dependencia, inseguridad en las relaciones con los demás; igual que en el primer grupo la agresividad se presentaba hipertrofiada o incontrolada, aquí sin embargo se presenta reprimida y censurada, mediante una especia de autocastración.
En esta categoría podemos encontrar pacientes carentes de figuras válidas de apego, sujetos entregados al rol de perdedor, el abuso lo marcará definitivamente, llevándole a dudar de manera radical del propio valor masculino. Sin embargo, no aparecen características de miedo, las figuras cuidadoras no presentan características que las conviertan en terroríficas, sino al contrario, frente a la crisis revelada de la víctima, responden sinceramente.
En estos casos, el trauma, cuyos efectos silenciosos han sido lesivos en el proceso de construcción de la personalidad, en particularidad a la asertividad y a la seguridad en sí mismo en las áreas relacionales, no ha sido agravado por intensas características de terror y de miedo. El abusador ha sido vivido como gentil y afectivo, tanto que su idealización ha resistido en parte a la desilusión provocada por la traición representada por el abuso.


TERCERA POSIBILIDAD O SITUACIÓN: EL ESPECTADOR (HERMANO DE LA VÍCTIMA ABUSADA)


En otro trabajo colectivo del equipo del CbM, un artículo de Di Blasio (1990) alertaba sobre el riesgo de descuidar a los hermanos varones de la niña abusada.
El hermano varón, excluido tanto de la centralidad patológica que el padre daba a su hermana, como de la atención reparadora de la madre, había terminado por ser periférico también a la mirada de los técnicos. Se encuentran casos en los que el hermano de la víctima a quien le había rozado el trauma, éste le había marcado por el mismo.

CONCLUSIONES


El vínculo de apego es un factor discriminante para predecir los efectos a largo plazo del abuso: cuanto más intenso es el terror asociado al trauma, tanto más necesaria es la presencia de figuras seguras y activas, que salven a la pequeña víctima del hundimiento de abandono provocado por la propia inerme soledad, que sentaría las bases para la identificación con el agresor.
Por el contrario, apegos inseguros, pero privados de aspectos de miedo, y por ello no de tipo desorganizado, inducirán probablemente procesos de construcción de un sí mismo más íntegro, pero entregado a un destino de falta de autoestima y de autodesvalorización, que – sin una intervención terapéutica reparativa – hará probable la repetición de experiencias de victimización.

No hay comentarios: